Durante estos tiempos de incertidumbre y de grandes tensiones sociales invoquemos a nuestro Dios justo y compasivo, y presentémosle nuestras súplicas para que haya paz y justicia para todos por igual.

Por nuestra Iglesia, para que podamos celebrar y acoger Cristo en todos los diversos rostros de nuestra comunidad, ya sea en nuestras liturgias, en nuestros ministerios o en nuestros líderes, roguemos al Señor.

Por los líderes mundiales, para que trabajen conjuntamente a fin de terminar la violencia perpetrada con ataques verbales, armas mortíferas y fría indiferencia. Que esta nación y todas las naciones del mundo alberguen siempre la paz y la armonía racial, roguemos al Señor.

Por nuestra comunidad, para que recibamos la gracia de ver a cada ser humano como hijo o hija de Dios, sin importar la raza, la lengua o la cultura, roguemos al Señor.

Por los padres y educadores, para que le enseñemos a nuestros hijos cómo resolver las diferencias respetuosamente y sin violencia, y que tengamos la valentía de aplicarlo a nuestro propio comportamiento, roguemos al Señor.  

Por esta comunidad de fe, para que prestemos atención a la carta pastoral en contra del racismo publicada por los obispos católicos de los Estados Unidos y nos dejemos inspirar por los impulsos del Espíritu Santo a fin de esforzarnos juntos para eliminar la violencia y el racismo, roguemos al Señor.

Por nuestros funcionarios públicos, para que el Espíritu de Sabiduría les ayude a trabajar con ahínco por la igualdad en la educación, en viviendas adecuadas y en las oportunidades de empleo para todos, roguemos al Señor.

Por la solidaridad de toda la familia humana, para que velemos siempre por la protección de los más frágiles y necesitados, roguemos al Señor.

Por los que han fallecido, especialmente los que han muerto en búsqueda de la justicia, para que sean acogidos en la inmensa gloria de la eternidad por el amor infinito de Dios, roguemos al Señor.

Dios justo y bondadoso,
tú llamas a todos los pueblos
a vivir como hermanos y hermanas,
sin importar su cultura, su lengua
o el color de su piel.
Perdónanos por las veces que en esto hemos fallado
y ayúdanos con tu gracia para vencer el mal del racismo,
y que nuestro corazón quede libre
de todo prejuicio y de toda animosidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.  

(Adaptado de: USCCB, 2018)